Nota del editor: el nombre completo de la autora se ocultó a pedido por su seguridad personal.
Creo que hay una especie de división entre las discapacidades físicas y las discapacidades mentales en la sociedad. Se nos dice que estas discapacidades siempre están separadas y nunca se encuentran. Cuando comencé mi viaje con las discapacidades, después de mi primer diagnóstico sobre salud mental hace varios años, fui víctima de esta creencia, profundamente arraigada por el capacitismo, o la opresión estructural contra las personas con discapacidades. Hay muchos ejemplos de capacitismo en la sociedad, pero uno común es este: a menudo se nos dice que las discapacidades mentales no son tan válidas como las físicas, y las físicas siempre se validan en la sociedad moderna. Esto es, por supuesto, una mentira muy bien elaborada.
Como le sucede a la mayoría de las personas con problemas de salud mental, me encontré con una cantidad considerable de estigma cuando compartía mis experiencias. Me invalidaron y me dijeron que solo estaba mintiendo y poniendo excusas por un comportamiento malo o no normativo. Eventualmente, me invalidé a mí misma y creí que si tenía una discapacidad física, otras personas tomarían en serio mis preocupaciones. Luego, tuve una discapacidad física y descubrí que nada cambió. Tal como hicieron algunas personas con mi discapacidad mental, me culparon por desarrollar mi condición. Decían que yo estaba poniendo excusas y que mi enfermedad “en realidad no era tan mala”.
Estaba aturdida. Había asumido, porque todos me dijeron que las discapacidades físicas ya no estaban estigmatizadas, que no enfrentaría la misma discriminación y el capacitismo que había llegado a conocer tan bien a partir de mi diagnóstico de salud mental. Después de experimentar diversas formas de discapacidad durante tanto tiempo, tenía muchas ganas de creer que había una situación o un contexto en el que el capacitismo ya no se aplicaría. Para mí, fue un recordatorio de cuánto nos queda por recorrer en la lucha contra el capacitismo, el estigma y la injusticia. Si bien ha habido grandes victorias en el movimiento por los derechos de las personas con discapacidad en los últimos años, es fundamental resaltar que hay mucho más por lograr antes de que la sociedad pueda considerarse verdaderamente accesible. La lucha no terminó con la Ley de Estadounidenses con Discapacidades, sino que apenas comienza.
La dicotomía entre las discapacidades físicas y mentales es una dicotomía falsa. Ambos tipos de discapacidad enfrentan un estigma considerable y pretender que esto no existe podría ser peligroso, y también podría generar un sentimiento de invalidación en las personas con discapacidades. Como sucede con todos los movimientos, el objetivo es ser lo más inclusivos posibles y esto comienza con el reconocimiento de tantas experiencias de estigmatización por discapacidad como podamos. Debemos comenzar a aceptar que hay trabajo por hacer en todas las áreas de justicia para las personas discapacitadas y que todavía tenemos un largo camino por recorrer. Solo si reconocemos que no hemos llegado al final de este camino podremos avanzar y lograr lo que nos falta.
Espero que llegue el día en el que el estigma y las microagresiones ya no existan y que historias como la mía sean una reliquia del pasado.
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