Una protesta anti-vaxxer hubiera causado una sola reacción universal hace unos años: un largo suspiro. La verdad es que el mundo entero depreciaba a las personas anti-vacunas por su clara escasez de evidencia fundamental. Sin embargo, actualmente el debate sobre la eficacia de las vacunas está más vivo que nunca, y los que se oponen a ellas ríen al último mientras su club crece. Irónicamente, sus fundamentos no han ganado mucha evidencia, ya que se ha comprobado una y otra vez que las vacunas ARNm contra el COVID-19 son seguras y efectivas.
El ejemplo más reciente de protestas contra las vacunas comenzó en Ottawa, Canadá, con cientos de camiones. Los conductores protestaron contra los mandatos de vacunación y usos de mascarilla y el cierre de colegios, posicionándose para bloquear las calles porque consideran que sus derechos están siendo infringidos. Esto ha causado protestas a nivel mundial mientras más y más grupos se unen a luchas por sus “derechos”. Esta manifestación se ha extendido a otros países como Nueva Zelanda e incluso Estados Unidos.
El problema mayor que tengo con estas protestas es que las personas utilizan sus derechos individuales como una razón para no vacunarse. Como mencioné, está comprobado que las vacunas son seguras y reducen la transmisión y posibilidad de muerte de un virus que ha cerrado el mundo por dos años. Las vacunas son la mejor manera de sacarnos de esta pandemia. Los ciudadanos tienen la responsabilidad cívica, no solo de protegerse a sí mismos, sino también a los demás. Utilizar “la libertad” como una excusa para no vacunarse es una grave tergiversación de lo que la opresión realmente implica en la sociedad.
Opresión es que tu gobierno te considere tres quintos de una persona o no poder casarte por tu orientación sexual. Opresión es no poder practicar la religión que tú escojas. Opresión no es y nunca va a ser tener que recibir una vacunación gratuita que te protege contra un virus mortal que ha desestabilizado el mundo.
Otro aspecto comúnmente observado en muchas de estas protestas es comparar tragedias con recibir la vacuna contra el COVID-19. En las protestas en Ottawa se ensartaron símbolos como la bandera confederada y la esvástica. Sí, escucharon correctamente, los manifestantes de extrema derecha están usando estos símbolos, no solo para indicar sus creencias, sino también para compararse con las víctimas del Holocausto. Esta comparación enorme y extremadamente problemática es un claro ejemplo de lo lejos que este complejo de víctima puede llegar.
Lo que es peor que estas comparaciones son animadas por los políticos estadounidenses. Warren Davidson, el representante republicano del estado de Ohio, comparó el mandato de vacunación con el Holocausto. Más y más grupos y políticos de extrema derecha están promoviendo este engaño de persecución – y se tiene que detener. Además de las implicaciones obvias de ser extremadamente insensible, estas creencias falsas crearán problemas reales en el futuro. Solamente las protestas en Ottawa han causado $300 millones en daños a la industria local.
Es momento de que el mundo ignore estas protestas. Protestar en respuesta a sus creencias solamente va a exacerbar el problema y se ha vuelto evidente que razonar con los anti-vaxxers es un círculo vicioso, ya que toda la evidencia científica existente no respalda sus fundamentos. Mientras sus protestas se vuelven más y más problemáticas, frecuentemente es nuestra reacción a esas terribles comparaciones lo que causa que defiendan su posición. En la infame alegoría de la Caverna de Platón aparece alguien que encuentra la verdad y otro que solo se queda en la cueva de una cámara de eco, observando las sombras de la realidad. Los grupos que promueven protestas anti-vacunas deben finalmente salir de la cueva y ver la luz.
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