La semana anterior, Jocelyn Morffi, una maestra que trabajó durante siete años en una escuela católica en Florida fue despedida, para lo cual la escuela citó una falta en la cláusula de moralidad que todos los miembros del claustro firman al ser contratados. La falta en el contrato vino cuando la maestra posteó en las redes sociales fotos de su matrimonio con otra mujer. Antes del matrimonio, ella era conocida tanto por ser una excelente maestra como por ser abiertamente gay; los padres y estudiantes estaban indignados por las acciones de la escuela. Cuando vi esta historia, pensé inmediatamente en mi experiencia asistiendo a una escuela católica. La diferencia entre las dos escuelas es impresionante.
Mientras que Saints Peter and Paul Catholic School en Miami se siente obligada a despedir maestros gays; otras escuelas católicas eligen ignorar la doctrina anti-gay que ha plagado la Iglesia por tanto tiempo. ¿Cómo pueden estas escuelas, todas bajo la misma religión, ser tan diferentes en cuanto a un valor tan intrínseco? La respuesta está no en las creencias de la Iglesia en sí, sino en las creencias de los individuos de estas instituciones. En vez de culpar a la Iglesia entera, debemos recordar que son los individuos quienes son susceptibles a la intolerancia. Antes de explorar este problema más a fondo, debemos primero echar un vistazo a los problemas pasados y presentes de los derechos LGBTQIA+.
No hace mucho, despedir a un maestro por su identidad sexual hubiera sido completamente normal. Hoy, con la legalización del matrimonio gay, a muchos les gusta pensar que estamos viviendo en una era de igualdad pura para la comunidad LGBTQIA+; sin embargo, encubren la verdadera discriminación en el trabajo. Saints Peter and Paul se ha reservado el derecho a despedir a Jocelyn Morffi debido a la inexistencia de leyes en contra de la discriminación hacia la comunidad LGBTQIA+, tanto en Florida como a nivel federal. Los empleadores pueden despedir a sus empleados debido a sus identidades sexuales en 28 estados. El despido de Morffi no concierne exclusivamente la práctica de una religión; atrae atención hacia a la extensa discriminación, todavía aceptada, en contra de la comunidad LGBTQIA+ en el espacio laboral.
Sin embargo, la escuela, siendo católica, pone un énfasis en el problema global que supone esta discriminación. El catolicismo ha experimentado muchas disidencias sobre la moralidad de la identidad sexual en tiempos recientes. Ambos lados son evidentes, desde los tradicionalistas, que se toman a pecho la creencia de que ser gay es un pecado mortal, hasta los progresistas de la institución, quienes creen la aceptación de todos.
Obviamente, el hecho de ser una religión mundial hace difícil tener a todos los practicantes católicos en la misma página. Cuando pienso en mi experiencia en una escuela católica, veo un lado progresista. Mi escuela, junto a muchas otras en el área, se han orientado hacia el lado de la aceptación. Ha apoyado clubs de alianzas gay-heterosexuales y nunca ha enviado mensajes anti-LGBTQIA+. Aunque ahora la escuela tenga creencias fuertes sobre la igualdad, sé que este no fue siempre el caso. Es sabido que en la historia de la escuela hubo momentos en que la discriminación hacia los gays era desenfrenada. Sin embargo, la diferencia es que los tiempos han cambiado; se han dado pasos para terminar con esa discriminación. Saints Peter and Paul ha fallado en hacer este ajuste hacia los tiempos modernos.
Pero ¿cómo se junta todo esto, y en qué dirección podemos ir para mejorar? Antes de todo, debemos observar a las personas y grupos que viven en un estado de discriminación. La Iglesia católica, como institución, oficialmente toma la posición de que la homosexualidad va en contra de la ley natural, pero muchos dentro de la iglesia evitan activamente seguir esta creencia. El Papa Francisco escribió que espera que curas alrededor del mundo tomen un enfoque más tolerante en cuanto a la comunidad LGBTQIA+. Esto está todavía lejos de lo ideal. Sin embargo, después de ver la naturaleza bondadosa del catolicismo progresivo, espero que las mejoras en el sentimiento moral de la Iglesia hacia la aceptación continúen. Las escuelas e iglesias que continúan discriminando están estancadas en un mundo intolerante, ya sean o no católicas.
En cuanto al lado no católico del problema, me pregunto cómo todavía puede faltar protección federal para los empleados LGBTQIA+. Nadie debería vivir con miedo a perder su trabajo de un momento a otro debido a su identidad. Me demuestra que todavía vivimos en un estado de complicidad. A no ser que estos problemas se vuelvan personales, muchos van a continuar creyendo que la comunidad LGBTQIA+ no experimenta discriminación en el trabajo.
Para Jocelyn Morffi, mi esperanza es que, a través de la injusticia por la que pasó, pueda haber un movimiento para mejorar la sociedad. Espero que eventos indignantes como este motiven no solo a aquellos afectados directamente, sino a todos, para que peleen en contra de esta opresión. Denegar a cualquier persona el derecho a amar libremente es un problema tan grande como negarle a alguien su derecho a tener una creencia religiosa.
Cameron Smith es columnista del Collegian y puede ser contactado en: [email protected].
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