Cuando Donald Trump ganó las elecciones presidenciales del 2016, mi padre mencionaba frecuentemente el legado de la administración de Ronald Regan –rodearse de asesores expertos y dejar que esos expertos tengan influencia en políticas internas e internacionales, en vez de dejar que su relativa falta de experiencia domine las acciones de su administración. Claro, esto lo dijo durante el corto periodo post-elección cuando era popular plantear que Trump merecía una oportunidad. La imagen que tengo de Reagan no es tan favorable como la que tiene mi padre, pero puedo entender su falta de temor ante la inexperiencia de ciertos políticos cuando está complementada con la contratación de un personal experto. En su campaña, Trump prometió que tendría “al mejor personal”. Sin embargo, siendo Trump aparentemente incapaz de mantener a ese “mejor personal”, la partida de sus miembros dice sobre el estado en que se encuentra su presidencia.
En su primer año, el índice de cambio de personal del gobierno de Trump fue de 34 por ciento, sin incluir lo cambios que tuvieron lugar durante el pasado mes. Su administración ha estado marcada por una serie de despidos y partidas de alto perfil de la Casa Blanca y del gobierno federal en general: el Asesor de Seguridad Nacional, Michael Flynn; el Jefe de Estado Mayor, Reince Priebus; el Secretario de Prensa, Sean Spicer; el Director de Comunicación, Anthony Scaramucci; el director del FBI, James Comey; la Directora de Comunicación, Hope Hicks; el Secretario de Estado, Rex Tillerson; y ahora el ex Subdirector del FBI, Andrew McCabe –por nombrar algunos. Claramente, aunque Trump tenía el mejor personal desde un principio (no lo tenía), no ha podido mantenerlo en la Casa Blanca. Sin contar con el Secretario de Defensa, James Mattis, supongo que hay algo incompatible entre estar calificado para un puesto y trabajar en esta administración.
La manera en que Trump despidió a algunos de estos miembros del personal habla sobre él. Tillerson, como muchos otros, fue despedido a través de un tweet y fue notificado mientras estaba en el baño, según el Jefe de Estado Mayor, John Kelly. Después está el reciente despido de McCabe, quien, después de meses de críticas y desprestigio por parte del presidente, fue despedido por el Fiscal General, Jeff Sessions, horas antes de que pudiera obtener su pensión completa. Este despido es mezquino y vengativo; negarle la pensión a McCabe –adquirida en el transcurso de 21 años– por despecho, es un acto despreciable. Este es el presidente empresario que muchos en el orden republicano ansiaban: he aquí el poder de la toxicidad corporativa de Washington.
Tal vez McCabe puede demandar por despido injusto y volver a obtener su pensión, pero esto se trata de algo más que McCabe –trabajó para el FBI por 21 años; su carrera había llegado a su fin, con o sin beneficios de jubilación. Ante todo, se trata de la investigación de Rusia. Retirar a McCabe es otra forma de difamar al FBI y a Robert Mueller, como McCabe mismo dice. Más allá, el panorama no se trata del agente con 21 años de servicio al FBI, más bien se trata del agente que ahora están empezando su noveno año en el FBI, quien acaba de contraer una nueva hipoteca mientras ahorra para pagar la universidad de su hijo, y ahora sabe que cooperar en las investigaciones en contra de Trump puede resultar en un final prematuro de su carrera. Este despido es una táctica de intimidación, así de simple.
Si rumores sobre otros políticos circularan, acusándolos de despedir personal de la misma manera poco profesional e indigna que Trump y su personal se rumora han hecho, yo dudaría leerlo como algo más que una intriga de palacio. En un contexto de medios insaciables que están constantemente buscando su siguiente titular, algunos políticos y líderes merecen el beneficio de la duda. Pero el presidente ciertamente no es uno de ellos.
Decir que Trump ha revelado su carácter a través de estos despidos recientes sería exagerar; no hay nada más para revelar que no lo haya sido antes. Él siempre ha vivido su vida. Su naturaleza siempre ha sido conspicua. Francamente, hay veces que no puedo evitar reírme de cómo Trump parece estar tomando la decisión equivocada en cualquier situación. Y mientras, me gustaría tener fe en la habilidad de la historia de juzgar justamente su vida, sé que no hay verdad que Fox News no pueda distorsionar y pervertir, de la misma manera que la verdad de la presidencia de Reagan ha sido distorsionada como una era conservadora y dorada, que ignora su legado de una política económica de pacotilla y de una asombrosa desigualdad en la distribución de la riqueza. No obstante, que Trump despida a su personal de una manera rencorosa, maliciosa y poco profesional representa al hombre que es realmente.
Dan Riley es un columnista para el Collegian y puede ser contactado en [email protected].
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