El mundo académico es un juego, y todos lo estamos jugando. En un mundo perfecto, la educación se trataría sobre el consumo de conocimientos, expandir nuestras mentes con conceptos desafiantes e ideas nuevas. Pero no vivimos en ese mundo; vivimos en un mundo competitivo de acumulación de puntos. Como resultado, los estudiantes ya no “anhelan aprender”. Los estudiantes exitosos son aquellos que juegan el juego y lo juegan bien, no necesariamente aquellos con la motivación y el impulso de dominar su material asignado.
El éxito académico es una cuestión de administración de tiempo. Depende de la habilidad de los estudiantes de encontrar el punto exacto donde la cantidad de tiempo y el esfuerzo dedicados a una clase son minimizados y el puntaje aceptable resultante es maximizado. En pocas palabras, la meta es hacer más con menos. Los buenos estudiantes dominan el material; los estudiantes estupendos dominan el sistema; para ganar el juego, uno tiene que jugar con el sistema. Eso significa hacer jugadas como persuadir a profesores para que nos otorguen extensiones de plazos, presionar a los asistentes del profesor para que nos ofrezcan créditos extras para así compensar notas bajas pero justas, leer de pasada justo lo necesario de las lecturas asignadas para participar en las discusiones en clase y ganar todo el crédito de participación, o ir a clases para ganar la nota de asistencia pero pasarse todo el turno viendo Twitter. Me atrevo a imaginar que casi todos los estudiantes en la Universidad de Massachusetts han hecho o pasado por estas jugadas de alguna forma. Son trucos útiles para obtener buenas notas, pero al final son sintomáticos de un sistema de educación roto.
Ahora ha llegado la hora de empezar a hacer horarios para el semestre de Otoño 2018, pero el juego impide que los estudiantes elijan las clases más gratificantes. En vez de hacer un horario con el propósito de expandir tus conocimientos en temas importantes para ti y tu futura carrera, debes maximizar el cumplimiento eficiente de varios requerimientos eligiendo clases que marcan el mayor número de casillas de requisitos académicos. ¿Requisitos de Diversidad? Listo. ¿Honores? Listo. ¿Requisitos de Educación General? Listo. ¿Requisitos para la carrera? Listo. Y lo más importante, ¿una A fácil? Listo.
En mi experiencia personal, como parte del Commonwealth Honors College y estudiante de Historia, he tenido que seleccionar cursos de honores dentro del Departamento de Historia, en vez de tomar clases concentradas en los periodos históricos que más me interesan. Como resultado, he tomado una mezcla de clases no relacionadas que no tienen un enfoque cohesivo y ahora tengo un conocimiento superficial de todas las áreas. Sé poco sobre mucho, que es bueno para jugar trivia, pero no muy útil para encontrar un trabajo. Y claro, eso también significa que nunca pude conocer profesores especializados en campos en los que estaba realmente interesado, con quienes podría haber trabajado en mi tesis; por lo que decidí simplemente no hacer una. Sin embargo, he jugado el juego y lo he jugado bien; mientras que mis intereses escolares continúan satisfechos, mi promedio es satisfactorio y mis requisitos académicos están casi completos en lo que termino mi tercer año.
Por supuesto, el juego no empieza en la universidad. Empieza en el momento en que la adquisición de conocimientos comienza a ser evaluada en la escuela primaria. El sistema entero debe ser rehecho. Ahora, puede que sea ingenuo esperar que el sistema de educación sea reformado en una meritocracia pura, pero el hecho es que esa es la mejor manera de volver un juego injusto en uno justo, el mejor modo de reescribir las reglas. Se han hecho propuestas de reformas a la educación que buscan su enfoque en la obtención de conocimientos en lugar de la obtención de logros, y son dignas de consideración seria. Al final del día, el conocimiento de un estudiante en un área de estudio no siempre puede ser evaluado a través de un marco de “10% por asistencia, 20 % por exámenes parciales, 20% por ensayos y 50% por exámenes”.
A corto plazo, debemos intentar comprometernos en serio con el material de la clase, incluso cuando no es estrictamente necesario. Se requiere cierta disciplina para realmente interesarse en una clase cuando no aparenta tener una recompensa sustancial; pero todos estamos pagando sumas exorbitantes de dinero para tomar estas clases. Por lo menos podríamos sacar todo lo posible de ellas. A largo plazo, discute y apoya la reforma de educación, incluso si las reformas propuestas parecen alarmantemente radicales o simplemente incómodas para ti. Es hora de cambiar el juego.
Dan Riley es columnista del Collegian y puede ser contactado a través de su correo electrónico [email protected].
Xenia Ariñez es traductora de Español para el Collegian y puede ser contactada a través de su correo electrónico [email protected].
Celia Rodríguez-Tejuca es editora de Español para el Collegian y puede ser contactada a través de su correo electrónico [email protected].
Rebecca Thatcher Murcia • Apr 17, 2018 at 8:10 am
Felicitaciones al comentarista y a la traductora. Interesante.