Es un episodio que todos hemos vistos repetidas veces: un grupo de ciudadanos establecidos, peleando por ser reconocidos como un territorio autónomo; intentando ganar libertad, tanto política como económica, de un gobierno federal que se niega a dejarlos ir. Y en esta repetición, España no está permitiendo de ninguna manera la secesión de Cataluña.
El 25 de marzo el exlíder de Cataluña, Carles Puigdemont, fue arrestado en Alemania durante un viaje de fin de semana mientras buscaba refugio en Bélgica —Puigdemont huyó de España después de un intento fallido de realizar un referéndum sobre la independencia de Cataluña, después de ser suspendido por la Corte Constitucional de España. El referéndum resultó en la presencia de policías antidisturbios armados en Madrid, en un intento de evitar el voto a toda costa. Pero antes de tachar al gobierno español de tiranos, implacables en soltar el control de Cataluña, hay algunos factores decisivos a considerar.
A Cataluña le fue otorgado un grado de autonomía en 1977 por segunda vez después de la caída de la dictadura de Francisco Franco. Pero dado que su grado de autonomía fue considerado insuficiente, los ciudadanos de Cataluña continuaron pidiendo la independencia regularmente hasta julio de 2010. En ese punto, la Corte Constitucional de Madrid anuló parte del estatuto de autonomía de 2006, alegando que no hay una base legal para reconocer a Cataluña como una nación dentro de España.
Sin embargo, incluso después del arresto de Puigdemont, los corazones y mentes de los catalanes permanecen llenos de esperanza. Aunque los estados europeos tienen todo el derecho de negar apoyo a los secesionistas catalanes, simplemente ignoran las diferencias marcadas entre Cataluña y España. Primero que nada, la gente de Cataluña habla Catalán, un idioma separado del Español (aunque los españoles lo consideran un dialecto). En toda Cataluña, los carteles en la calle están escritos en Catalán, banderas de Cataluña decoran Barcelona, la capital, y el equipo de fútbol FC Barcelona viste colores catalanes. Incluso en las escuelas, el idioma de enseñanza es Catalán —no Español.
El asunto en cuestión es aún mayor si se toma en cuenta la condición de la economía en España en comparación con la economía de Cataluña, la cual es el corazón industrial del país. Los catalanes representan solo el 16 porciento de la población española, pero contribuyen sustancialmente a la economía española, generando 223.6 billones de euros (275.32 billones de dólares americanos) por año, según el gobierno regional.
A la vez, si Cataluña fuera a tener éxito en obtener la independencia económica completa, verían un daño considerable a su economía, ya que alrededor de 35.5 porciento de las exportaciones catalanas son hacia mercados españoles que atienden a consumidores tanto domésticos como industriales. Cataluña también tendría que aguantar la carga financiera de crear nuevas estructuras gubernamentales tales como bancos centrales, embajadas en el extranjero, y muchas más.
Después del referéndum fallido, el entonces Ministro de Economía, Industria y Competitividad de España, Luis de Guindos, alegó que si Cataluña fuera a tener éxito debería anticipar una pérdida económica del 25 al 30 por ciento. A parte de la reducción de su economía, es importante considerar las nuevas tarifas que enfrentarían, los costos de establecer una nueva moneda e incluso las ramificaciones financieras que resultarían de dejar la Unión Europea.
A pesar de todo, la realidad económica post-separación de Cataluña no es mencionada muy seguido en su campaña por la independencia. Además de boicots potenciales, el estado post-separación de Cataluña y España resultaría en ambos estados enfrentando dificultades considerables, lo que llevaría a la pérdida de trabajos, inversiones y operaciones comerciales. Independientemente, el destino de ambas naciones se reduciría a acuerdos sobre deudas y con la UE, habituales en negociaciones post-separación.
A fin de cuentas, los ciudadanos catalanes enfrentarán cualquier confrontación y pagarán cualquier suma por su independencia, independientemente de las pérdidas económicas. Si Cataluña fuera a separarse de España exitosamente, habrá gran inquietud y pérdidas económicas irrecuperables. Sin embargo, los argumentos económicos no son los que prevalecerán en el debate continuo sobre la independencia de Cataluña. Será aquel que no puede ser transigido: la identidad.
Morgan Reppert es una columnista para el Collegian y puede ser contactada a través de su correo electrónico [email protected].
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