A principios de febrero, el Partido Demócrata se hundió en un estado de desorden. Tras estar en la cima por las victorias que permitieron a los Demócratas el control casi completo del gobierno estatal, varios escándalos que involucran a los tres más altos cargos del gobierno –el gobernador, el vicegobernador y el fiscal general, los tres Demócratas– amenazan con destruir el partido e incluso generar una crisis constitucional.
El descrédito del gobernador Ralph Northam empezó cuando realizó un comentario desafortunado en referencia a la ley del aborto que, tras sacarse de contexto, algunas personas asumieron que apoyaba el “infanticidio”, que más tarde negó. Si Northam, antiguo médico, debería haber conocido que esta falsa polémica era evitable, habría tenido más cuidado con sus palabras. Tras las respuestas negativas por parte de los círculos mediáticos conservadores, surgió la noticia que incendió el Partido Demócrata de Virginia y los medios nacionales: aparecieron copias del anuario de Northam que contenían una fotografía de un hombre vestido del Ku Klux Klan y un hombre con “blackface”, con un apodo racista.
Northam fue incapaz de mantener una versión consistente de lo que había ocurrido, desde un comunicado inicial disculpándose por la foto, pero sin aclarar cual de las dos personas era el, hasta asegurar que, en absoluto, el de la foto era él (sin “tener ni idea” del apodo). Pese a su negación, Northam sí que admitió haber aparecido con “blackface” en una competencia de baile en la universidad imitando a Michael Jackson; tras jactarse de que ganó el certamen, casi realiza el “moonwalk” en el escenario en respuesta a la pregunta de un periodista pero su mujer le advirtió de que eran “circunstancias inapropiadas”.
La reacción a la polémica del anuario no se hizo esperar: Toda la estructura institucional de Partido Demócrata de Virginia pidió su dimisión, así como Demócratas a nivel federal como Nancy Pelosi, Hillary Clinton y varios candidatos a las elecciones presidenciales de 2020. Al final de la semana parecía casi incomprensible que Northam continuara en su cargo.
Con la presumible dimisión de Northam, el ascenso del vicegobernador Justin Fairfax, una estrella en alza en el partido siendo el segundo gobernador negro de Virginia, parecía inminente. Sin embargo, la profesora Vanessa Tyson de Scripps College en California acusó a Fairfax de acoso sexual.
Fairfax, que sugirió que ya estaba gestionando mal la situación, supuestamente dijo “f*** that b****” [“me cag* en esa pe***”], en referencia a Tyson, durante una reunión privada con sus empleados después de que se revelaran las acusaciones. También afirmó públicamente que seguidores de Northam estaban detrás de esta publicación. (Miembros del personal de Fairfax reconocieron el uso de ordinarieces, pero negaron que dirigiera ningún tipo de mensaje de odio hacia Tyson). Para empeorar la connotación negativa que sugiere que ambas situaciones son análogas, Fairfax ha solicitado el mismo bufete de abogados que defendió a Brett Kavanaugh de las acusaciones vertidas por Christine Blasey Ford.
El viernes, una segunda mujer, Meredith Watson, acusó también a Fairfax de abusar sexualmente de ella en la universidad. Tras la publicación de más detalles, y miembros demócratas de Virginia y a nivel nacional opinaron sobre ello, parece claro que las acusaciones contra Fairfax no se van a ignorar; el domingo, el Partido Demócrata de Virginia pidió su dimisión.
El fiscal general Mark Herring, el tercero en la línea de sucesión a gobernador tras Fairfax, que fue uno de los primeros en pedir la dimisión de Northam, días más tarde emitió una carta de disculpa, reconociendo que en la universidad también se había puesto “blackface”, poniendo su futuro en cuestión. Los demócratas de Virginia, por el momento, han condenado lo ocurrido pero no han pedido su dimisión.
Ninguno de los tres ha anunciado su intención de dimitir, pero en caso de que lo hicieran, el gobierno recaería sobre el republicano Kirk Cox, que actualmente tiene el cargo de portavoz de la Cámara de Delegados, tras un empate en quien debería controlar la cámara, se decidió por sorteo. El Reverendo Al Sharpton dijo que esta situación provoca una crisis constitucional.
Virginia limita el mandato de gobernador a una sola legislatura, por lo que Fairfax y Herring estaban considerados como posibles candidatos en las próximas elecciones. ¿Qué puede hacer un partido estatal cuando su dirigente, el gobernador y dos futuros políticos, el vicegobernador y el fiscal general, son considerados ineptos por la opinión pública para ostentar un cargo público?
La respuesta está en mirar más allá del aparato estatal del partido y apostar por nuevos liderazgos. Mientras que Northam estaba considerado como el favorito en su carrera para ser gobernador, se enfrentó a un oponente con pocas posibilidades de ganar: el antiguo representante del Congreso y oficial del Departamento de Estado Tom Perriello. En un duelo por el poder del partido estatal contra el federal, Northam estaba respaldado por todos los miembros de la Asamblea General de Virginia, mientras que Perriello estaba apoyado por los progresistas y los miembros favorables a Obama y Clinton del Partido Demócrata a nivel federal, incluyendo la Senadora Elizabeth Warren, John Podesta y Our Revolution (Nuestra Revolución), un grupo vinculado a Bernie Sanders.
La campaña de Perriello representó un intento valiente de acercar las políticas progresistas a un partido que, solamente hace una década, seguía representando un estado prácticamente Republicano. Rechazó aceptar aportaciones de Dominion Energy, una importante fuerza política que busca la construcción de un gaseoducto a través del estado, y subrayó temas comunes con el partido a nivel nacional, como un aumento del salario mínimo y la protección de inmigrantes indocumentados. En las elecciones primarias contra Northam, quien preivamente admitió haber votado por George W. Bush en dos ocasiones y los republicanos de Virginia estaban solicitando un cambio de partido (al mismo tiempo que Perriello ocupaba su sitio en el Congreso), Perriello perdió por 12 puntos en una carrera más ajustada de los esperado.
Si la vieja guardia de los demócratas de Virginia ha fracasado, ¿por qué un partido debería apostar su futuro por políticos rodeados de esándalos y que forman parte del aparato que no representan un estado de Virginia cambiante? Los demócratas de Virginia deberían usar los escándalos que lacran el aparato del partido como una oportunidad para avanzar con líderes jóvenes y progresistas que puedan llevar ala Mancomunidad en la dirección correcta.
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