La nueva serie original de Netflix “Russian Doll” es rápida, encantadora y totalmente alucinante. Es el tipo de show que obliga a la audiencia a participar y sentirse tan involucrado como la muñeca rusa misma, Nadia. Interpretada por Natasha Lyonne, también una productora ejecutiva, escritora y directora de la serie, Nadia es una inginiera de software sarcástica y que de las que no se deja que es lanzada fuera de su vida normalmente excéntrica y llena de drogas hacia una locura absoluta.
La serie sigue a Nadia en su cumpleaños, el que resulta ser el mismo día de su muerte. Puede que suene como un spoiler, pero, al estilo de la película de 1993, “El Día de la Marmota,” o la más reciente “Feliz Día de tu Muerte,” Nadia se encuentra reviviendo el mismo día una y otra vez, solo para inevitablemente morir de alguna manera nueva e inventiva y despertar de vuelta en el baño en su fiesta de cumpleaños. La historia de la serie verdaderamente florece desde esa base. Mientras Nadia vive su cumpleaños una y otra vez, el día comienza a cambiar con sus acciones y aparentemente por su propia cuenta. Los personajes se entrelazan con otros personajes de maneras inesperadas. Los detalles que parecían insignificantes al principio revelan historias dentro de la trama en general que le dan al programa un sentimiento de vida.
Como espectador no puedes evitar dudar constantemente tus asunciones sobre la historia y ver todo con un ojo crítico y atento. La serie no te da ninguna respuesta. No te dice por qué las cosas suceden, solo que están ocurriendo. Comienzas a preguntarte las mismas pregutnas que los personajes de la serie se preguntan a ellos mismos solo por curiosidad. ¿Y cómo y por qué Nadia sigue volviendo? ¿Por qué las cosas están cambiando de la manera en que lo hacen? ¿Qué más le falta? Estas preguntas mantienen al espectador involucrado hasta el punto en que la serie es casi interactiva. Las series con una abundancia así de preguntas y misterio impreciso normalmente se arriesgan a fracasar. Cuando demasiado hilos sueltos son creados sin un destino en mente, puede ser difícil juntar todos de una manera satisfactoria.
“Russian Doll” es una serie que reta el concepto mismo de realidad para sus personajes, y esto puede ser una premisa dura para hacerla plausible. Un ejemplo es una de las series de televisión más controversiales y queridas, “Lost.” Durante las primeras temporadas los escritores de “Lost” apilaron varias capas de intriga y misterio. Por cada respuesta que respondían, dos más salían en su ligar. Era la hydra interminable de drama de TV. Cuando los escritores intentaron llevar a la serie a un final satisfactorio, ya era demasiado tarde. Para muchos, no vale la pena ver las últimas temporadas de “Lost” simplemente porque es más satisfactorio dejar algunas preguntas sin responder.
Esta es la ruta que normalmente funciona mejor y que Russian Doll termina escogiendo. La primera temporada, aunque termina de manera satisfactoria y cierra una de las tramas principales, también deja muchas de las grandes preguntas sin responder y construye una base fuerte para la segunda temporada. Es similar al final de “Inception,” la película igual de alucinante sobre sueños y pensamientos alterados. Al final de la película, la trama principal es terminada, pero otra historia importante es dejada con un final abierto. ¿Obtuvo uno de los personajes lo que quería más que nada? ¿O está atrapado en un sueño, para así nunca lograr sus metas? Aunque este final sin resolver no sea bien definido, definitivamente podemos estar de acuerdo en que es mejor que el atemorizante cliché de “todo era un sueño.”
Con un personal de escritores que incluye a la productora ejecutiva y a la actriz principal Lyonne y la ganadora de premios Amy Poehler, “Russian Doll” está en buenas manos para ser guiada hacia un final satisfactorio. Aunque todavía no fue renovada, fue propuesta para tres temporadas y Netflix le dio una recepción positiva a la propuesta, según Chris Longridge de Digital Spy. Incluso si la serie cae en el mismo foso que “Lost” o en la trampa del cliché de “todo era un sueño,” la escritura perspicaz y concisa y las actuaciones inspiradas deberían asegurar que la serie se mantenga aunque sea divertida y entretenida.
Owen Bailey es corresponsal del Collegian y puede ser contactado a través de su correo electrónico [email protected].
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