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Conmemorando y encontrando consuelo en el legado del jazzista Max Roach

Una carrera dedicada a la “descolonización del jazz”
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La poeta Sonia Sanchez podría haber tenido una existencia aislada en Amherst. Se trasladó a la ciudad a principios de los años 70, donde logró ser la primera profesora afroamericana de Amherst College y eventualmente la segunda presidenta del departamento de estudios Afroamericanos, pasó su primera noche en Amherst desempacando cajas y llorando, hasta que llegara la hora de despertar a sus hijos. En su Volkswagen pequeño, Sanchez condujo al centro del pueblo y giró a la derecha en Main Street. Parado en la acera se encontraba el jazzista Max Roach, vestido “como si perteneciera a la revista GQ (Gentlemen’s Quarterly).”

“Estaba impresionada,” recordó Sanchez en un evento honrando a Roach en New Africa House en la Universidad de Massachusetts. En ese momento, el músico era la única cara de Amherst que Sanchez podía reconocer. Mientras bajaba la ventana, Roach caminó hacia el coche.

“Oímos que ibas a venir,” Roach le había dicho. “Yo te cuidaré.”

“Y saben, si lo hizo,” agregó Sanchez con voz quebradiza. “Entendía verdaderamente lo que juntarse y protegerse unos a otros significa para nosotros los artistas.”

Roach era un baterista reconocido mundialmente, y distinguido como un pionero de bebop y de jazz moderno. En 1972, hizo historia una vez más, esta vez como profesor en el Departamento de Estudios Afroamericanos de UMass. Según John Bracey, otro profesor en la misma facultad, Roach era uno de los primeros músicos contratado para enseñar a nivel universitario.

Pero entre amigos, familia y colegas, también fue conocido por su corazón. Más de diez años después de su fallecimiento, el Departamento de Estudios Afroamericanos realizó un evento de varios días para celebrar a Roach. En el panel titulado “La vida y el legado de Max Roach” (“The Life and Legacy of Max Roach”), un grupo impresionante de artistas, incluyendo su hija y violinista, Maxine Roach, su “biógrafo” Herb Boyd y artista visual Nelson Stevens, compartieron recuerdos.

Maxine recordó el vínculo especial que tenía con su papá a través de la música, y del apoyo que él le ofrecía “como su hija y como estudiante de música.”

Como por ejemplo promoverla a ella y a otras artistas afroamericanas.

En 1985, Max Roach fundó el Uptown String Quartet, un grupo musical que constaba de dos cuartetos: uno de mujeres, y uno de hombres. Era una idea insólita para la época, pero Roach lo hizo de todos modos.

“Fue su idea crear el cuarteto de cuerdas,” dijo Maxine. “No sólo el cuarteto de cuerdas, sino también un cuarteto fuerte de mujeres afroamericanas para tocar con su cuarteto… de cuatro hombres afroamericanos. Poner a las mujeres en el centro del escenario con los hombres a su alrededor fue idea suya. Visualmente, era algo muy impresionante.”

“Él nos animó mucho. ‘Aquí no estarás en el fondo, tocando notas o lo que sea’” recordó como había dicho su padre. “Tienes que estar adelante, tocando batería, creando tanto como nos era posible.”

El activismo de Roach iba aún más allá del Uptown String Quartet. Aparecía en toda su música, y hasta en la manera en que la definía.

“[Para Roach] el jazz no era más que una palabra de cuatro letras,” dijo Boyd. La música, y tocar la batería particularmente, desempeñaron un papel clave en la historia de la diáspora africana y de la resistencia.

Según John Bracey, un profesor en el Departamento de Estudios Afroamericanos en UMass, Roach ayudó a establecer “Drum,” una revista literaria laureada, fundada por y para estudiantes afroamericanos de la universidad.

Roach ingresó en UMass a petición del Dr. Fred Tillis, un profesor de música jubilado y el director del Fine Arts Center.

A través de la carrera de Tillis, Amherst se convirtió en lo que Bracey llamó “Casi… una meca para los músicos afroamericanos.” Tillis trajo músicos de toda la diáspora africana a UMass. Entre ellos se encuentran el baterista afrocaribeño Tito Puente, además del trompetista y líder de banda, Dizzy Gillespie.

Roach también fue la razón por la que Maya Cunningham vino al campus de UMass.

La estudiante de doctorado tenía 15 años cuando oyó por primera vez un disco de Max Roach, y “he estado captivada desde entonces.” Escuchar a ese álbum también le presentó a la cantante de jazz, Abbey Lincoln, la esposa de Roach. Juntos, Lincoln y Roach crearon “música revolucionaria” — música que inspiró a Cunningham a convertirse en una cantante y una académica de etnomusicología.  El jueves tuvo la oportunidad de honrarlos con su interpretación de la pieza “Straight Ahead.”

El trabajo de Roach, con respecto a la “descolonización del jazz” ha marcado profundamente al Departamento de Estudios Afroamericanos y continua influyendo el ámbito académico afroamericano en el campus de UMass.

“La razón por la que estoy aquí es porque gente como Max Roach me precedió,” dijo Shonekan.

Nota del editor: En una versión anterior de este artículo se señaló erróneamente a John Bracey como el presidente del departamento de Estudios Afromericanos.

 

Rebecca Duke Wiesenberg puede ser contactada a través de [email protected].

Alice Troop es la traductora de español y puede ser contactada a través de [email protected].

Xenia Ariñez de La Vega es la editora de español y puede ser contactada a través de xarinez@umass.edu.

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